Brooklyn Nine-Nine 1×14: ‘The Ebony Falcon’

Aun no
había destacado por aquí el hecho de que Brooklyn Nine-Nine ha recibido un
Globo de Oro. Bien es cierto que los Globos de Oros son los premios que menos interés
tienen y cuyo resultado no es indicador de nada más que de cómo está el
panorama industrial. Culturalmente, su valor está bajo mínimos. Pese a todo
Brooklyn 99 ha recibido uno a mejor serie de comedia teniendo aun a la mitad su
primera temporada. Es, cuanto menos, llamativo.
Pero hablemos
del episodio de hoy, del Ebony Falcon ¿o deberíamos decir Ebony Antelope? La
serie sigue estando construida alrededor de Jack Peralta (Andy Samberg), lo
cual puede ser una carga para aquel que no soporte a este personaje inmaduro y
burlón hasta el extremo. Por ello, todo el arco narrativo del sargento Jeffords
(Terry Crews) se había mantenido en un segundo plano hasta ahora.
Los
numerosos gags con su incapacidad para volver a la acción dan pie aquí a la
trama central del episodio. Terry Crews explota al máximo la ambivalencia de su
personaje, pasando del tipo duro y grande que es por fuera al tierno padre de
familia calzonazos que lleva dentro. Lo cierto es que el papel le sienta divino
y sabe aprovecharlo en todo su tamaño. Arreando a Peralta si hace falta, que
falta hacía. Es este el que se siente incapaz de obligar a Jeffords a volver al
trabajo de campo. Después de todo, él vivió sin un padre, trauma que ya hemos
visto en varios capítulos, y aquí ve al sargento como ese padre que nunca tuvo,
pero también se siente identificado con esas hijas.
Se
convierte así a Jeffords en un personaje tridimensional, reuniendo pedazos de
un personaje que hasta ahora tan solo había dado para gags muy bien llevados:
su pasión por la pintura, por el yogur, la lealtad por sus compañeros o la
desesperación que le provoca el trabajo chapucero de Peralta y Boyle (Joe Lo
Truglio). Este, por cierto, sigue siendo un bellísimo perdedor que se agarra al
papel que le ha tocado a la hora de infiltrarse en un gimnasio, con tal de huir
de su verdadero yo.
Tenemos
el planteamiento contrario con Gina (Chelsea Peretti): se refugia en ser ella
misma para no demostrar su vulnerabilidad. Que hayan entrado en su casa y le
hayan robado de todo, hasta las figuritas de Joseph Gordon-Levitt hechas a
mano, solo provoca que lleve a un nuevo nivel ese desquicio caótico que siembra
por la comisaria. Llegará a contratar a un detective privado, Leo Sporm (Best.
Character. Ever.), para que investigue el robo, ya que sus compañeras no pueden
hacer nada más. Así, descubrimos una nueva dimensión de Gina con la que Rosa
(Stephanie Beatriz) y Santiago (Melissa Fumero) no contaban.

Brooklyn
Nine-Nine ya ha pasado la frontera de los trece episodios y ha demostrado su
valía más que suficiente. Ya queremos a los personajes (más os vale querer a
estas alturas a Holt (Andre Braugher), quizá el personaje que menos diálogo
tiene y más gracia hace) y ahora solo vamos ahondando poco a poco en ellos,
descubriendo cada vez más capas de su personalidad. Y, por favor, dadle una
serie a Scully (Joel McKinnon Miller) y Hitchcock (Dirk Blocker). 

Diego Freire
Diego Freire
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