How to Get Away With Murder 3×02: Violencia más allá del asesinato

¿Es posible que hayamos tenido el caso más fascinante de la serie esta semana? Lo nuevo de ‘How to Get Away with Murder’ lo ha tenido todo: feminismo, ‘flashbacks’, pizza y una muerte que parece que lo cambiará todo. Los cinco de Keating (Viola Davis) siguen a lo suyo y aunque a duras penas, prometen una temporada muy interesante.

 

Personalmente, no he llorado más con el momento de honestidad de Irene porque estaba maquillada y no me podía permitir arruinar mi cara, pero creo que podemos asumir que ha sido uno de los casos más complejos y ¿realistas? de todas las temporadas. Una mujer comete un crimen por el que ha pagado treinta años de su vida, y aunque no fuera en defensa propia (técnicamente, en ese momento), sin duda alguna se merecía acabar la condena. Es un respiro y una maravilla que el panel de hombres blancos viejos entraran en razón con el ‘speech’ de la convicta, porque sabemos a ciencia cierta que esto es una anomalía. Las víctimas de abuso en la gran mayoría no consiguen salir de la situación en la que están, y si lo consiguen a la fuerza, como Irene, tras años de terror y maltrato psicológico, físico y sexual (todo esto va conectado, obviamente), las consecuencias son terribles. El caso de esta semana y cómo lidian con él los protagonistas de la serie demuestra los fallos del sistema judicial y social a la hora de proteger a las mujeres que sufren abuso de cualquier tipo.

Lo que más demuestra este caso, sin embargo, es que no es un triunfo para las víctimas de abuso ni el sistema que protege a los agresores, porque para llegar hasta aquí han hecho falta 32 años y una lucha personal muy intensa, cosa que no todo el mundo se puede permitir. La primera pregunta del panel ya demuestra el escrutinio de la justicia sobre las razones de una víctima al deshacerse de su abusor – ¿por qué no dejaste a tu marido si te pegaba? Porque el marido, ni el mundo en el que vivimos, se lo permite. Un grupo de hombres blancos no podría entenderlo jamás, porque representan los valores que precisamente no permiten que una mujer pueda “dejar” esta situación, y que además promueven la violencia en un primer momento.

Connor (Jack Falahee) no quería llevar el caso, porque ¿quién querría cargar con este tipo de responsabilidad si todo saliese mal?, pero lo lleva con una gracia y pasión que nos recuerdan por qué los cinco de Annalise están donde están. “Algunas cosas son peores que el asesinato”, le dice Bonnie (Liza Weil) a Laurel (Karla Souza), y qué razón tiene. En ‘HTGAWM’ siempre se exploran los límites de la justicia a manos de los propios miembros del reparto, pero también de la gente a quien les toca representar. La idea de que se explore la sutilidad de la violencia que existe fuera del asesinato, que parece el mayor crimen posible, es algo que la serie hace de manera espectacular. La supervivencia es un pilar de la serie: consíguela como puedas y mantenla, sea como sea. Debemos comentar el excelente trato con el que se trata a la voz de la víctima en esta ocasión, con el comentario de Annalise de “no hables por ella, es su momento”. Connor se convierte en el mejor personaje del capítulo, pero aquí quién importa es la que tiene algo que decir y casi nunca es permitida hacerlo. Bravo.

La narrativa de éstos dos últimos capítulos, así como el uso de ‘flashbacks’, ha cambiado en contraste con las dos temporadas pasadas. El enfoque principal se torna más humano cuando el hilo conductor de todas las tramas no es un crimen que debemos descubrir a la vez que los personajes, o un paso por detrás: ahora lo que nos muestran las imágenes del futuro es una tragedia personal que tiene características legales, pero no al revés. Lo que nos muestran las imágenes a destiempo es a Annalise luchando tanto por su equipo como su posición de poder lo cual, una vez más, nos muestra a la Queen Bee en una situación de duda en cuanto a su futuro. Lo he dicho antes y lo volveré a decir: una Annalise en peligro, puesta en duda, y en una posición escabrosa es la mejor Annalise.

Seguimos teniendo elementos de película serie B, eso sí, con el villano principal (Frank (Charlie Weber)) matando y con la cara desfigurada (no hablo sólo de que ya no tiene barba, RIP), llamando llorando a su ex-jefa. Y también seguimos teniendo sexo, porque Shonda Rimes sabe lo que hace, regalándonos drama adictivo entre todo el comentario social. La ruptura de Connor y Oliver (Conrad Ricamora) sigue siendo un eje importante en el análisis de las relaciones humanas de los personajes, demostrando que sí hay consecuencias reales en vivir bajo la presión Keating. Es una ruptura rara, espontánea y aún con amor, lo cual nos permite insertarnos como audiencia comprensiva en todo momento.

¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Quién creéis que está bajo esa sábana blanca en la ambulancia? ¿Y amáis tanto a Meggy (Corbien Reid) como yo? Debemos, como siempre, comentar.

Os dejo esto por aquí también, porque sí. DE NADAAA

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